DIALECTOS
Un dialecto es…
Un sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o
desaparecida, normalmente, con una concreta limitación geográfica, pero sin una
fuerte diferenciación frente a otros de origen común.
El número de hablantes y el tamaño de la zona dialectal
pueden ser variables y un dialecto puede estar, a su vez, dividido en
subdialectos (o hablas).
DIALECTO, SOCIEDAD Y NORMAS
LINGÜÍSTICAS
El hombre, para vivir, se agrupa con
otros seres semejantes a él por su parentesco, por las convicciones políticas,
por la comunidad de intereses, por el estrato social y otros motivos. Esto trae
como consecuencia, por el hecho de vivir en constante relación, que los
hablantes sufren influencias mutuas que dan por resultado una cierta
uniformidad en sus actividades, en sus gustos, en sus diversiones y, sobre
todo, en su forma de hablar. Decimos entonces que hay grupos humanos que tienen
preferencias por ciertas formas de hablar. Estas preferencias se imponen a
todos los miembros del grupo, y los nuevos integrantes de él no se sienten
plenamente identificados con sus compañeros mientras no las usan con soltura y
propiedad.
De esta manera, todo hablante, por el
hecho de serlo, porque convive con varios grupos sociales de distinto nivel:
pertenece a una familia, a un estrato social, a un empleo determinado, a un
grupo religioso, a un grupo político, a un centro cultural, y en cada uno de
ellos se expresa de diferente manera, porque debe utilizar los rasgos que
caracterizan a cada grupo. La forma de comunicarse con los miembros de su
familia no es la misma que utiliza para dirigirse a Dios en la iglesia o a los
profesores en una clase. Cada circunstancia exige determinadas expresiones. En
este sentido se entiende la norma lingüística, como el sistema de realizaciones
obligadas, imposiciones sociales y culturales que varía según la comunidad.
Cada hablante pertenece a una o
varias normas dentro de esa lengua. Sin embargo, los hablantes pretenden ser
entendidos por un mayor número de personas. Esta razón les hace evitar los
términos que sólo conocen los hablantes de un dialecto o un habla
regional, y valerse de los términos más generales que usan todos los
hablantes de una lengua y es la que
permite que todo hablante del español entienda lo que le dice otro que vive en
regiones muy apartadas, pero que habla la misma lengua. Si una persona
se refiere a otra verbalmente, usará sus rasgos lingüísticos regionales; si
publica un escrito, procurará evitarlos y servirse de los términos que
pertenecen a la norma general, en nuestro caso: la hispánica.
El
problema de la variedad de normas en el
terreno geográfico, también se da en el nivel cultural. Así, puede hablarse de
personas que pertenecen a la norma alta,
a la norma media o a la norma baja de un lugar. Mientras la
norma vulgar o norma baja cambia con mucha facilidad las formas de expresión,
la norma culta cuida la permanencia de los significados en los mismos
significantes. Esto le da estabilidad, lo que a su vez permite el estudio lento
y sistemático de la lengua y una mayor posibilidad de comunicación, por lo
menos, numéricamente hablando.
Estas razones han propiciado que se
tome la expresión que utiliza la norma culta como modelo que deben seguir las
nuevas generaciones, y que cualquier hablante que desee manejar adecuadamente
su lengua la busque como un mejor vehículo para comunicarse. Además, el hecho
de que la usen las personas que tienen el acopio más grande de conocimientos,
le da un nuevo prestigio que la eleva a la categoría de modelo de corrección. La
norma culta la encontraremos reflejada en los buenos escritores de cada época y
lugar. Ellos serán los mejores portadores del habla correcta formal escrita. En
cuanto a la corrección de la expresión
oral, los usos de cada lugar, encabezados por la norma culta hablada, serán un
factor determinante en esta cuestión.
EL LENGUAJE COLOQUIAL
Es la forma habitual de
expresión de la mayoría de los hablantes. Muchos modismos y voces expresivas se
utilizan en este nivel. A veces aparecen términos coloquiales que se oponen a
términos claramente vulgares, utilizados precisamente para evitar el uso
vulgar, por lo que se trata de eufemismos, tales como jo, jobar, joer,
derjo… como sustitutos de joder. Igualmente, entran en la
categoría de coloquial aquellas voces
relacionadas con las partes del cuerpo humano y algunas dolencias y
enfermedades de éste: almorranas, calabaza, tiesto, casco,
chirumen, azotea, cacumen, caletre, barriga,
trasero, pellejo, mollejas, ancas, pezuñas, jeta,
cagalera y otras más, las cuales, por cierto, suelen ser humorísticas.
Estas voces son de uso impropio en situaciones que exijan expresiones
ceremoniosas, esmeradas, formales o neutrales, aunque son de uso aceptable y
esperable en situaciones que exijan expresion relajada o chispeante (no
ceremoniosa, no esmerada, no formal).
Las palabras obsolescentes (anticuadas) son las que han caído en
desuso: los hablantes jóvenes ya no las usan y, generalmente, tampoco las
conocen (alfayate, alholí, estanco, ilota, saturnales,
cécubo, estraperlo, tenebrario, yeyé, go gó).
Muchos son los neologismos que, por el contrario, no llegan a arraigar, lo cual
aconseja actuar con prudencia a la hora de a incorporarlos al acervo léxico.
EL
LENGUAJE CULTO
Es propio de personas instruidas y de gran nivel
cultural. Es el nivel mas preciso, el más estructurado y el más rígido. En
situaciones formales es preferible usar un término y descartar otro en
cualquier situación, por razones de corrección ideológica, como por ejemplo minusvalía/discapacidad,
raza/etnia, entre otros. También
se utilizan voces que se consideran demasiado negativas como asesinato,
imprudencia, negligencia, irresponsabilidad, las cuales se
atenúan sólo ocasionalmente con ejecución, despiste, olvido,
despreocupación, respectivamente. Abundan mucho en los distintos medios
de comunicación y Manuales de estilo, y reflejan la orientación
ideológica correspondiente.
Las palabras
o expresiones de carácter esmerado, culto, elevado no
deben entenderse como de uso exclusivo de hablantes cultos, sino como de voces
de las que cualquier hablante dispone cuando pretende expresarse con particular
cuidado y esmero para no caer de esta manera en lo pomposo, altisonante,
pedante o afectado (melindroso), fuera de los contextos adecuados (piénsese en
las palabras como procastinar, estulticia, erogación, perentorio,
deleznable, cecuciente, núbil, proléptico, coercer,
estío, nipón, inconsútil).
En el ámbito
literario no necesariamente hay voces de uso exclusivamente literario, sino que
su uso pertenece sobre todo al lenguaje escrito: sevicia, inverecundia,
ebúrneo, ubérrimo, entre otras. Las palabras utilizadas en el
lenguaje poético casi nunca aparecen fuera de los escritos líricos, a no ser
que se usen en forma irónica: glabro, flébil, flavo, infesto,
blondo. Representa un tipo de registro especial de estilo, tal como el lenguaje
administrativo, el lenguaje jurídico y otros.
EL NIVEL VULGAR (NIVEL MARGINAL):
El término vulgar
no se toma en este caso en el sentido técnico de “vulgarismo”, sino como señal
de chabacanería, ordinariez o de uso chocante, insultante o fuera de lugar en
situaciones que exijan expresión ceremoniosa, esmerada o formal. A veces se
distingue entre vulgar y vulgar
malsonante. Hay expresiones de carácter agresivo, insultante o despectivo
referidos a personas: indiada, chinería, negrada, mujerío,
pijerío, pobreterío, chusma, populacho.
Cuanto más
agresiva o insultante sea una voz, más alejada estará del estándar y más se
aproximará o se confundirá con las voces vulgares malsonantes, bien sean
coloquiales (majadero, matasanos,
chupamedias, sacamuelas, picapleitos, payaso, mentecato,
zoquete, mamarracho, farsante, mosquita muerta, papanatas,
sinvergüenza, mequetrefe, parásito, marmota), como francamente
vulgares (puto, cabrón, maricón, lameculo, tortillera).
También hay voces insultante cultas: arpía, canalla, cretino,
bellaco, necio, judas, herodes.
A medio camino
entre las voces insultantes o despectivas y las cariñosas o apreciativas
estarían los insultos afectuosos: granujilla, picaruela, tontín,
bobita o insultos duros usados con entonación especial, como suele
ocurrir con los insultos cariñosos destinados a los críos: enano, pitufo,
miniatura, pigmeo, mocoso. Igualmente, hay expresiones
cariñosas de estilo familiar o coloquial como corazón, vida, cielo,
encanto, cariño, amor, alma, tesoro. También
los diminutivos como chiquitín, chiquirritina.
Hay expresiones de contenido muy positivo que no obstante corren el
riesgo de ser usados irónicamente: portento, lumbrera, alhaja,
maravilla, genio, hazaña, heroicidad, lindeza,
hercúleo, estampa, laurel, proeza, joya, inventar
el agua tibia, llegar lejos, sacar de quicio, no chuparse
el dedo, sentar cátedra. En el caso del lenguaje afectado, puede ser
irónico o indicativo de un determinado grupo (gente bien, niño bien, hijo de
papá), pero que suelen aparecer en determinadas situaciones como cuando se
habla con niños muy pequeños, ciertos adolescentes o cuando se imita a gente
cursi (sobre todo a señoras) a homosexuales o afeminados (divino, me
privo, ser algo un sueño, ¡huy!, horrendo, ser algo
muy mono, ser algo ideal).
Buen día estimado prof. Le ofrezco disculpas por
ResponderEliminarno haber escrito comentarios antes. Hasta ahora me
propongo a escribirle...Considero de mucho provecho para nosotros esta clarificación conceptual...