martes, 8 de mayo de 2012


DIALECTOS
Un dialecto es…
Un sistema de signos desgajado de una lengua común, viva o desaparecida, normalmente, con una concreta limitación geográfica, pero sin una fuerte diferenciación frente a otros de origen común.
El número de hablantes y el tamaño de la zona dialectal pueden ser variables y un dialecto puede estar, a su vez, dividido en subdialectos (o hablas).
DIALECTO, SOCIEDAD  Y NORMAS LINGÜÍSTICAS
El hombre, para vivir, se agrupa con otros seres semejantes a él por su parentesco, por las convicciones políticas, por la comunidad de intereses, por el estrato social y otros motivos. Esto trae como consecuencia, por el hecho de vivir en constante relación, que los hablantes sufren influencias mutuas que dan por resultado una cierta uniformidad en sus actividades, en sus gustos, en sus diversiones y, sobre todo, en su forma de hablar. Decimos entonces que hay grupos humanos que tienen preferencias por ciertas formas de hablar. Estas preferencias se imponen a todos los miembros del grupo, y los nuevos integrantes de él no se sienten plenamente identificados con sus compañeros mientras no las usan con soltura y propiedad.
De esta manera, todo hablante, por el hecho de serlo, porque convive con varios grupos sociales de distinto nivel: pertenece a una familia, a un estrato social, a un empleo determinado, a un grupo religioso, a un grupo político, a un centro cultural, y en cada uno de ellos se expresa de diferente manera, porque debe utilizar los rasgos que caracterizan a cada grupo. La forma de comunicarse con los miembros de su familia no es la misma que utiliza para dirigirse a Dios en la iglesia o a los profesores en una clase. Cada circunstancia exige determinadas expresiones. En este sentido se entiende la norma lingüística, como el sistema de realizaciones obligadas, imposiciones sociales y culturales que varía según la comunidad.
Cada hablante pertenece a una o varias normas dentro de esa lengua. Sin embargo, los hablantes pretenden ser entendidos por un mayor número de personas. Esta razón les hace evitar los términos que sólo conocen los hablantes de un dialecto o un habla regional, y valerse de los términos más generales que usan todos los hablantes de una lengua y es la que permite que todo hablante del español entienda lo que le dice otro que vive en regiones muy apartadas, pero que habla la misma lengua. Si una persona se refiere a otra verbalmente, usará sus rasgos lingüísticos regionales; si publica un escrito, procurará evitarlos y servirse de los términos que pertenecen a la norma general, en nuestro caso: la hispánica.
El problema de la variedad de normas  en el terreno geográfico, también se da en el nivel cultural. Así, puede hablarse de personas que pertenecen a la norma alta, a la norma media o a la norma baja de un lugar. Mientras la norma vulgar o norma baja cambia con mucha facilidad las formas de expresión, la norma culta cuida la permanencia de los significados en los mismos significantes. Esto le da estabilidad, lo que a su vez permite el estudio lento y sistemático de la lengua y una mayor posibilidad de comunicación, por lo menos, numéricamente hablando.
Estas razones han propiciado que se tome la expresión que utiliza la norma culta como modelo que deben seguir las nuevas generaciones, y que cualquier hablante que desee manejar adecuadamente su lengua la busque como un mejor vehículo para comunicarse. Además, el hecho de que la usen las personas que tienen el acopio más grande de conocimientos, le da un nuevo prestigio que la eleva a la categoría de modelo de corrección. La norma culta la encontraremos reflejada en los buenos escritores de cada época y lugar. Ellos serán los mejores portadores del habla correcta formal escrita. En cuanto a la corrección  de la expresión oral, los usos de cada lugar, encabezados por la norma culta hablada, serán un factor determinante en esta cuestión.
EL LENGUAJE COLOQUIAL
Es la forma habitual de expresión de la mayoría de los hablantes. Muchos modismos y voces expresivas se utilizan en este nivel. A veces aparecen términos coloquiales que se oponen a términos claramente vulgares, utilizados precisamente para evitar el uso vulgar, por lo que se trata de eufemismos, tales como jo, jobar, joer, derjo… como sustitutos de joder. Igualmente, entran en la categoría de coloquial aquellas  voces relacionadas con las partes del cuerpo humano y algunas dolencias y enfermedades de éste: almorranas, calabaza, tiesto, casco, chirumen, azotea, cacumen, caletre, barriga, trasero, pellejo, mollejas, ancas, pezuñas, jeta, cagalera y otras más, las cuales, por cierto, suelen ser humorísticas. Estas voces son de uso impropio en situaciones que exijan expresiones ceremoniosas, esmeradas, formales o neutrales, aunque son de uso aceptable y esperable en situaciones que exijan expresion relajada o chispeante (no ceremoniosa, no esmerada, no formal).
Las palabras obsolescentes (anticuadas) son las que han caído en desuso: los hablantes jóvenes ya no las usan y, generalmente, tampoco las conocen (alfayate, alholí, estanco, ilota, saturnales, cécubo, estraperlo, tenebrario, yeyé, go gó). Muchos son los neologismos que, por el contrario, no llegan a arraigar, lo cual aconseja actuar con prudencia a la hora de a incorporarlos al acervo léxico.
EL LENGUAJE CULTO
Es propio de personas instruidas y de gran nivel cultural. Es el nivel mas preciso, el más estructurado y el más rígido. En situaciones formales es preferible usar un término y descartar otro en cualquier situación, por razones de corrección ideológica, como por ejemplo minusvalía/discapacidad, raza/etnia, entre otros. También  se utilizan voces que se consideran demasiado negativas como asesinato, imprudencia, negligencia, irresponsabilidad, las cuales se atenúan sólo ocasionalmente con ejecución, despiste, olvido, despreocupación, respectivamente. Abundan mucho en los distintos medios de comunicación y Manuales de estilo, y reflejan la orientación ideológica correspondiente.
Las palabras o expresiones de carácter esmerado, culto, elevado no deben entenderse como de uso exclusivo de hablantes cultos, sino como de voces de las que cualquier hablante dispone cuando pretende expresarse con particular cuidado y esmero para no caer de esta manera en lo pomposo, altisonante, pedante o afectado (melindroso), fuera de los contextos adecuados (piénsese en las palabras como procastinar, estulticia, erogación, perentorio, deleznable, cecuciente, núbil, proléptico, coercer, estío, nipón, inconsútil).
En el ámbito literario no necesariamente hay voces de uso exclusivamente literario, sino que su uso pertenece sobre todo al lenguaje escrito: sevicia, inverecundia, ebúrneo, ubérrimo, entre otras. Las palabras utilizadas en el lenguaje poético casi nunca aparecen fuera de los escritos líricos, a no ser que se usen en forma irónica: glabro, flébil, flavo, infesto, blondo. Representa un tipo de registro especial de estilo, tal como el lenguaje administrativo, el lenguaje jurídico y otros.
EL NIVEL VULGAR (NIVEL MARGINAL):
El término vulgar no se toma en este caso en el sentido técnico de “vulgarismo”, sino como señal de chabacanería, ordinariez o de uso chocante, insultante o fuera de lugar en situaciones que exijan expresión ceremoniosa, esmerada o formal. A veces se distingue entre  vulgar y vulgar malsonante. Hay expresiones de carácter agresivo, insultante o despectivo referidos a personas: indiada, chinería, negrada, mujerío, pijerío, pobreterío, chusma, populacho.   
Cuanto más agresiva o insultante sea una voz, más alejada estará del estándar y más se aproximará o se confundirá con las voces vulgares malsonantes, bien sean coloquiales (majaderomatasanos, chupamedias, sacamuelas, picapleitos, payaso, mentecato, zoquete, mamarracho, farsante, mosquita muerta, papanatas, sinvergüenza, mequetrefe, parásito, marmota), como francamente vulgares (puto, cabrón, maricón, lameculo, tortillera). También hay voces insultante cultas: arpía, canalla, cretino, bellaco, necio, judas, herodes.
A medio camino entre las voces insultantes o despectivas y las cariñosas o apreciativas estarían los insultos afectuosos: granujilla, picaruela, tontín, bobita o insultos duros usados con entonación especial, como suele ocurrir con los insultos cariñosos destinados a los críos: enano, pitufo, miniatura, pigmeo, mocoso. Igualmente, hay expresiones cariñosas de estilo familiar o coloquial como corazón, vida, cielo, encanto, cariño, amor, alma, tesoro. También los diminutivos como chiquitín, chiquirritina.
Hay expresiones de contenido muy positivo que no obstante corren el riesgo de ser usados irónicamente: portento, lumbrera, alhaja, maravilla, genio, hazaña, heroicidad, lindeza, hercúleo, estampa, laurel, proeza, joya, inventar el agua tibia, llegar lejos, sacar de quicio, no chuparse el dedo, sentar cátedra. En el caso del lenguaje afectado, puede ser irónico o indicativo de un determinado grupo (gente bien, niño bien, hijo de papá), pero que suelen aparecer en determinadas situaciones como cuando se habla con niños muy pequeños, ciertos adolescentes o cuando se imita a gente cursi (sobre todo a señoras) a homosexuales o afeminados (divino, me privo, ser algo un sueño, ¡huy!, horrendo, ser algo muy mono, ser algo ideal).

1 comentario:

  1. Buen día estimado prof. Le ofrezco disculpas por
    no haber escrito comentarios antes. Hasta ahora me
    propongo a escribirle...Considero de mucho provecho para nosotros esta clarificación conceptual...

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